miércoles, 19 de noviembre de 2014

Artista al borde de la locura

experimento

Cuando nos hablan de ser más empáticos, de ponernos en la piel del otro, nunca se menciona un impedimento fundamental: nuestros sentidos. Se puede llegar a entender una experiencia ajena mediante la razón o la emoción, pero es casi imposible entrar en la realidad sensorial de una persona. Imposible entrar en su cabeza. ¿O no?
El artista británico Mark Farid quiere hacer precisamente esto: ser otro. Y quiere hacerlo a través de los ojos de un desconocido y un kit de realidad virtual.
Su proyecto Seeing I parte de una premisa sencilla: vivir 28 días como otra persona. Farid llevará un Oculus Rift en la cabeza durante 23 horas al día, a través del cual verá la señal que otro hombre (al que llaman “Input”) emitirá desde sus Google Glass. La hora restante del día la pasará con un neurólogo que determinará si Farid sigue en sus cabales o si la experiencia le está empezando a afectar.
El artista no sabrá nada sobre “Input”, ya que el candidato será elegido por otros. Sólo que es será un varón heterosexual con pareja. Aparte de esto, Farid se encontrará a merced de lo que el otro quiera hacer, ya sea ir al trabajo, tumbarse en el parque, hacer el amor o vestirse de Pokemon. Él reproducirá la conducta de su avatar y comerá, dormirá y se duchará cuando el otro lo haga. La convocatoria para elegir candidato es abierta y cualquiera puede apuntarse a través de su web.
Durante todo este tiempo, el artista vivirá en un espacio mínimo en el que sólo habrá una ducha, un váter y una cama, y que estará permanentemente abierto al público. Para añadir todavía más ingredientes a la ecuación, el cineasta John Ingle quiere recoger toda la experiencia en una película que reflexionará sobre cómo se construye nuestra identidad y la manera en que se ve afectada por las nuevas tecnologías.
De fondo, la vieja y esquiva pregunta: ¿qué define nuestro Yo?
Realidad 100% polyester
“No creo que ninguna de las realidades que habitamos sea genuina”, afirma Farid en Dazed. Si todo lo que vemos ha sido construido por el hombre y tiene una función, ¿qué es entonces real? Lo que ven nuestros ojos, quizás. Pero, ¿qué pasa entonces cuando confrontamos nuestra experiencia con la de otros?, ¿Cuánto de lo que somos es inherente a nosotros y cuánto una construcción propiciada por nuestro entorno?
A medida que los diferentes planos de realidad de nuestro mundo conviven cada vez más estrechamente, las fronteras entre nuestros avatares virtuales y nosotros mismos se va difuminando. Pasamos tanto tiempo viendo el mundo a través de pantallas y generando relaciones mediadas que nuestra identidad “real” se interconecta necesariamente por nuestra presencia en la red. A estas alturas somos híbridos creados a partir de todas las extensiones de nuestra personalidad.
Llevando esta línea de pensamiento, Farid plantea la posibilidad de que la tecnología pueda directamente convertirnos en otra persona. Si la memoria que define lo que somos proviene de nuestros sentidos, alterarlos para ser otro sin ninguna opción para expresar nuestro yo... ¿podría acabar convirtiéndonos en otro?
Por eso, él y su equipo decidieron que el proyecto debía durar 28 días: la neurología indica que tardamos un mínimo de 21 días en desarrollar o perder un hábito. Como por ejemplo, el hábito de ser uno mismo.
Como si de un síndrome de Estocolmo extremo se tratara, Farid quiere experimentar qué se siente al entrar de lleno en la madriguera del conejo y ver el mundo desde la posición de quien secuestra su conciencia. También, averigüar si por el camino sigue siendo quien solía ser. Todavía estamos a tiempo de ayudarle en un experimento que en esencia es el mismo en el que llevamos inmersos desde que el mundo es mundo: saber quiénes somos, y a dónde vamos.



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